Sin duda una época interesante, en el diseño de mobiliario, aparece en el siglo XV, 1547 a 1589, el refinamiento, las decoraciones y los materiales, iniciativa de los artesanos franceses, lo que luego se conocería como el estilo Enrique II.
Hasta ese momento, se usaba el roble, para la confección de muebles, durable, maleable de excelente aspecto y color, pesado.
En el estilo Enrique II, se prefiere el nogal, que es una madera que permite trabajar mejor las fallas. Este tipo de madera es común en las Américas, y actualmente se aprovechan bien las propiedades de diferenciación, por ejemplo, el roble se usa para suelos y fabricación de alcohol, además de muebles, del nogal, se usan mangos de piezas de cocina, madera contrachapada, también muebles, es más maleable que el roble, aunque no es tan duradero y es mucho más susceptible de ser atacado por insectos, lo que implica que sin un buen trabajo, además, el nogal atraiga más a insectos que el roble. En ese sentido se puede explicar también la durabilidad del roble respecto a la mayoría de las maderas, sabe protegerse bien contra ataques del reino animal.
Los trabajos más caros y refinados en el estilo Enrique II, por su belleza y brillo el palo de rosa, con un aroma floral, dulce, que es muy apreciado en los muebles, instrumentos musicales, adornos en general.
También se tenía en cuenta el cedro, de aroma característico, más resistente al deterioro que el palo de rosa.
En su aspecto, el estilo renacentista francés, mantiene las características antiguas en los decorados, quimeras, ángeles, cariátides, así como el acabado en filigranas, balaustre, frisos; la definición de refinamiento se traduce en el trabajo de decoración del mueble, que combinaba mármol, marfil y un cuidadoso trabajo de marquetería.
Las imágenes del gusto francés de la época se revelan en la insistencia de los camafeos pintados, imágenes de la realeza, y del uso de dorados, imitación del oro en los relieves.
Era usual diseñar el descanso de los muebles en patas de animales, leones, gatos, o gestos de animales agazapados.
El uso del cofre, para guardar atuendos u objetos en desuso era común de esa época, sus diseños eran muy elaborados y artísticos.
Para los muebles más baratos, se usaba el olmo, tilo o castaño, las alacenas para resguarda comida eran el mueble habitual en estas maderas.
Baratas o caras, las sillas eran de uso para todos al igual que hoy en día; debían ser livianas y sin dificultad para el traslado, Se hacían sin brazos o con ellos, y según ese destino eran más o menos elaboradas.
La silla con brazos, que se fue alargando, ostentosa, con almohadones y apoyos mullidos, era el sillón, con el mismo uso con que ha llegado hasta nuestros días.
Luego está la que se denominó caquetoire, con respaldo inclinado y asiento semicircular, más pequeña que el sillón, diseñada para el descanso en la intimidad, era habitual en las habitaciones privadas.
Luego, las sillas más usadas en los salones, para las damas, carecían de brazos para darle espacio a los grandes vestidos, y respaldar recto para facilitar las espaldas erectas de las damas, se las denominaba silla para verdugado, nada más acorde, el nombre.
Quizás por historia, quizás por calidad, este tipo de mobiliario ha traspasado el tiempo y no es extraño encontrar en nuestros días inspiración en este estilo, que no deja de ser señorial, tal como en lo fue en su momento de esplendor.